Escribir su propia historia fue un reto que llegó a la vida de catorce sobrevivientes, todas atravesadas por el dolor de las violencias basadas en género (algunas desde la niñez), todas desde la explotación sexual que vivieron dentro o fuera de Colombia.

Metamorfosis comenzó proponiendo a las mujeres recordar y escribir sobre su niñez y su adolescencia. Previo a ello, la psicóloga y la trabajadora social de Espacios de Mujer realizaron dos actividades motivantes.

La primera consistió en una corta constelación familiar que buscaba empezar a sanar el pasado para poder avanzar en el presente y hacia el futuro; además, elaborar y tramitar traumas y afectaciones que vienen de generaciones pasadas, restablecer el vínculo materno, no desde el trauma y el dolor sino desde la conciencia de aquello que no debería repetirse.

Cada mujer eligió a una compañera que cumpliera el rol de madre y luego se invirtieron los papeles. Mientras la hija, acomodada en posición fetal, iba repitiendo las frases sanadoras que leía la psicóloga, la otra, por medio del contacto visual y las caricias, hacía la representación de una madre vinculante desde el afecto.

La psicóloga de la Corporación y terapeuta sistémica, Eydis Murillo, fue la encargada de conducir el proceso. Esta especialista en constelaciones familiares explica que existen patrones de comportamiento que son heredados de la familia y con las constelaciones se busca no repetirlos, tener relaciones más sanas y conscientes con los progenitores, hijos e hijas y consigo mismas.

El primer encuentro culminó con la escritura de una carta al padre y otra a la madre. Cada una, en silencio y con muchas lágrimas, evocó momentos difíciles de su infancia. Lucina, por ejemplo, regresó al vientre de su madre:

“Momentos de tristeza, ¿cómo una madre tan indefensa cuida el vientre y lo protege para que no le hagan daño con sus maltratos? ¡Qué dolor tan grande! Saber que no se puede escapar, mami, mami, cuídate y cuídame, no permitas que nos hagan daño, soy tan indefensa y chiquita, estoy tan adentro de ti y no puedo salir a defenderte, lloro y sollozo cada día y cada noche, cuando siento cómo corres para poder protegerme. Corre mucho mamita, pide ayuda […] Hola mamita, buenos días, ya amaneció, escucha como te pateo, tengo mucha hambre, come alguna cosa por favor, sabes que estoy aquí con ganas de comer mamita, qué pasa que estoy escuchando muchos gritos, por qué lloras mamita. [...] Mamita cómo van pasando los meses tan rápido, ya casi salgo a una nueva vida, sé que estando acá adentro me siento más segura, pero sé que no me puedo quedar viviendo aquí del todo, es lo que yo quisiera”.

¡Qué dolor tan grande! Saber que no se puede escapar, mami, mami, cuídate y cuídame, no permitas que nos hagan daño, soy tan indefensa y chiquita, estoy tan adentro de ti y no puedo salir a defenderte, lloro y sollozo cada día y cada noche, cuando siento cómo corres para poder protegerme. Corre mucho mamita, pide ayuda

Reina le agradeció a su madre por cuidarla en su vientre: “sé que sufriste y lamento mucho lo que nos pasó juntitas. Tal vez no era tu plan que yo naciera”. También aprovechó para reclamarle al padre por su violencia: “V, tu voz es muy agradable, a mamá le gustó y por eso la conquistaste, pero eres muy feo, yo no te hubiera parado bolas. ¿Por qué golpeabas a mi mamá, por qué le mentiste que le darías mejor vida? No ves que la pobre se encartó conmigo, yo fui ese lastre que le tocó cargar. Estar contigo y volver contigo fue su perdición”.

En la segunda actividad, las mujeres se sentaron alrededor de un círculo de hilos coloridos que representaba el útero materno. Esta propuesta, que se pensaba individual, resultó ser un compartir en el que las mujeres, mientras recordaban y hablaban de su infancia, adornaban una muñeca de trapo y se intercambiaban las telas, los hilos, los botones…

Sé que sufriste y lamento mucho lo que nos pasó juntitas.
Tal vez no era tu plan que yo naciera

Para Johana Vélez, trabajadora social de la Corporación, esta actividad buscaba que cada mujer caracterizara a su niña interior y evidenciara cómo la veía con la distancia de los años: “la muñeca se convirtió en un dispositivo que las acompañaría durante todo el proceso terapéutico, la idea es que reconocieran cuáles de las vivencias traumáticas, que han generado dificultades emocionales en su vida, partieron de ese momento de la infancia, de la interpretación que, como niñas, le dieron a esos eventos y que en la actualidad las afectan”.

Abrazar a la niña interior generó conflictos en todas ellas, “hay unas niñas muy lastimadas, hay unas niñas muy dolidas, que llegaron a su vida adulta creyendo que lo que pasó en la infancia ya había pasado”, explica Johana, “pero sin un proceso de sanación todo sigue ahí”.

Terminada la actividad, lo que continuó fue un acto simbólico para perdonarse: mirar a la muñeca, abrazarla, quererla mucho y, entonces, comenzar a escribir sobre aquello que les recordaba su infancia, tan alegre como dolorosa.

Escribir sobre esos recuerdos resultó, tal vez, el momento más emotivo para las sobrevivientes. “Yo logré identificar algo: me place escribir de la niñez, porque es una época que cuando recuerdo, a pesar de que hubo muchas carencias y cosas difíciles, como que me agrada. No llegar al punto específico del tipo de las afectaciones. Me gusta porque yo criticaba mucho también mi niñez. Identifiqué que a raíz del proceso de Metamorfosis y la escritura fui más amable con mi pasado en la niñez, y vi que me gustó reconciliarme con la niña”, cuenta Reina.

En sus relatos varias se refirieron a los abusos sexuales vividos por parte de sus propios padres. Alma asegura que al escribir sobre ese tema sintió mucho dolor pero también reconoce que tenía una necesidad de referirse “a esa persona que me hizo el daño tan grande, que yo no esperaba de él y al escribirlo fluyeron muchas cosas que  necesitaba sacar de mi corazón, porque yo cargaba mucho resentimiento, dolor, culpa”. A Victoria también le costó mucho escribir sobre ese momento de su vida porque su estrategia había sido “olvidar para continuar viviendo”.

Los abusos vividos por estas mujeres marcaron la relación con sus madres, en especial porque después de contar lo sucedido, no pasaba nada y las violencias no paraban de repetirse. Aunque muchas de ellas reconocen el rol de las abuelas y las tías, sus cuidados y sus cariños, no olvidan esos años llenos de secretos, inseguridades, temores y frustraciones.

Al recordar su niñez, la mayoría no pudo dejar de reclamar el abandono del hogar por parte del padre, los golpes, los insultos, las humillaciones, el alcoholismo, la irresponsabilidad, el hambre. Sobre esta etapa de su vida, Isabelina escribió: “Yo nací en Venezuela en un hogar disfuncional, donde a medida que iba creciendo veía como cosa normal, del día a día, el maltrato de mi papá hacia mi mamá. Eso me hizo tener una infancia amarga y gris”.

Yo nací en Venezuela en un hogar disfuncional, donde a medida que iba creciendo veía como cosa normal, del día a día, el maltrato de mi papá hacia mi mamá. Eso me hizo tener una infancia amarga y gris

Durante los encuentros todas manifestaron una preocupación: proteger a sus hijas y nietas; aunque todas temen que se repita su historia, solo unas cuantas han contado a la familia lo que les pasó, otras prefirieron sobreprotegerlas y evitarles, según ellas, posibles traumas.

Los momentos de violencia en la niñez siempre van y vienen en las historias de estas sobrevivientes, según ellas, porque marcaron más su vida que la misma situación de trata.

Muestra de ello sucedió en la reunión de cierre cuando, de pronto, Victoria soltó una historia que tenía atrancada en la garganta: días atrás, cuando su novio se le acercó y la besó, su mente la devolvió a la niñez y le recordó un olor a tufo, el mismo que su padre solía tener cuando la violentaba. Angustiada, mientras miraba a sus compañeras, preguntaba: “¿pero por qué, si él se murió hace cinco años?, ¿pero por qué, si esto nunca me había pasado antes?

Victoria no tuvo respuesta de sus compañeras pero, acto seguido, su historia detonó en ellas la necesidad de hablar sobre sus experiencias sexuales actuales. A ninguna le ha resultado fácil olvidar los abusos, ni los de cuando eran niñas ni los de la situación de trata, y continuar con una vida sexual tranquila.

Alma, por ejemplo, cuenta que, antes de casarse, le dejó claro a su futuro esposo que no la podía besar, que ella se limitaría a cumplir sus deberes maritales pero sin caricias; ella asegura que nunca ha disfrutado de una relación íntima, “ese es el acto más horrible que puede pasarme en la vida”.

Isabelina asegura que cuando tiene relaciones con su esposo, todavía se le vienen a la cabeza imágenes de lo sucedido en Trinidad y Tobago, lugar a donde fue llevada con engaños, por una conocida suya, también venezolana.

Un problema en aumento y pocos avances

Las cifras de los casos denunciados en Colombia por trata de personas reflejan que la finalidad más común es la explotación sexual/la prostitución forzada. El desconocimiento del delito hace que este se relacione y se confunda con la prostitución.

En temas relacionados con este delito, los activismos están divididos. Por una parte, para el sector abolicionista, la trata y la prostitución resultan ser la misma cosa, pues en ambas una persona es explotada sexualmente. El otro lado, el legalista, defiende la autonomía y la libertad de quien elige ejercer voluntariamente la    -en Colombia no está tipificada como un delito- y rechaza las situaciones en las que una persona es forzada y explotada sexualmente. Lo único cierto de esta división es que mientras las partes se enfrascan en discusiones en redes sociales y eventos públicos, la explotación sexual de mujeres, adolescentes, niñas y población LGBTIQ+ va en aumento.

Según el Reporte Global sobre Trata de personas para el 2020, de la UNODC, este delito afecta prácticamente a todos los países de todas las regiones del mundo. Dentro de las causas identificadas para que este se dé se reconoce la precaria situación socioeconómica, la desigualdad dentro de los países y entre ellos, el endurecimiento de las políticas de inmigración y el aumento de la demanda de mano de obra barata.

Según cifras del Ministerio del Interior, en Colombia, entre 2013 y julio de 2022, han sido identificados 975 casos de trata de personas, de estos el 83 por ciento corresponde a mujeres y el 17 por ciento a . Las finalidades de la trata que cuentan con más casos reportados son la explotación sexual (599), los trabajos forzados (153) y el matrimonio servil (63).

En la última entrega del Trafficking in Persons Report de 2021, conocido como el Tip Report, el Departamento de Estado de Estados Unidos reportó que los grupos de más alto riesgo de trata para el caso colombiano siguen siendo las mujeres, las niñas y las adolescentes, seguidas por “personas venezolanas migrantes, personas LGBTQI+, afrocolombianos, miembros de comunidades indígenas, personas con discapacidad, desplazados internos y aquellos que viven en áreas donde están activos grupos armados ilegales y organizaciones criminales”.

Al 31 de agosto de 2022, el gobierno colombiano lleva identificadas 181 víctimas de trata, 112 de ellas en la modalidad de explotación sexual. A la estadística de casos reportados en lo que va de este año (111 víctimas) se le deben sumar 78 nuevas colombianas entre los 18 y los 23 años, “rescatadas” en República Dominicana a principios del mes de agosto, todas en situación de prostitución forzada y muchas de ellas obligadas además a consumir drogas.

 Los noticieros nacionales poco han reportado sobre el tema y el gobierno colombiano no se ha manifestado sobre la Operación Cattleya, a pesar de lo espectacular que resultó el operativo, organizado por la División Especial de Investigación de Delitos Transnacionales (Deidet) y el Departamento de Trata de Personas de la Policía Nacional de República Dominicana, y en el que participaron la Oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional (HSI) de Estados Unidos, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y las ONG Operation Underground Railroad (O.U.R.), Destiny Rescue y Anti Trafficking Bureau (ATB).

En Colombia, el Comité Interinstitucional para la Lucha contra la Trata de Personas (CILCTP), presidido por el Ministerio del Interior y del que hacen parte varias entidades gubernamentales responsables en el , tiene la obligación de ejecutar la política pública en trata, que incluye, en el eje de asistencia y protección, ofrecer una atención inmediata y a mediano plazo a las víctimas, quienes muchas veces llegan del exterior, temerosas por las amenazas de sus tratantes y desconfiadas ante la consabida negligencia del Estado colombiano.

La meta actual es que en todos los departamentos existan planes territoriales de lucha contra la trata, acompañados de comités que coordinen las acciones propuestas en la Estrategia Nacional para la Lucha contra la Trata de Personas, la cual tiene como objetivo:  “garantizar la coordinación, articulación y sostenibilidad de acciones interinstitucionales para el abordaje de la lucha contra la trata de personas en materia de prevención, asistencia y protección de las víctimas, así como la gestión y generación del conocimiento, la cooperación internacional, la investigación, judicialización y sanción del delito nivel nacional, departamental y territorial”. 

Muchos de los comités que ya funcionan no han logrado todavía un trabajo articulado con los comités municipales y mucho menos con el ente nacional. Generalmente, estos no invitan a representantes de la sociedad civil o de la academia y, por seguridad y para evitar la revictimización, nunca asisten víctimas.

Resulta normal que a los comités municipales o departamentales asistan cada vez funcionarios nuevos o contratistas diferentes, que no cuentan con el conocimiento mínimo necesario sobre el tema, no tienen poder decisional dentro de su institución o incidencia en los territorios y no reconocen las funciones que obligatoriamente deben cumplir los organismos que .

La débil articulación y coordinación del Estado en materia de trata, según Betty Pedraza, directora de la Corporación Espacios de Mujer y experta en el tema, se refleja además en el traslado de las responsabilidades de atención y de protección segura a las sobrevivientes. Permanentemente, los trámites burocráticos y la ausencia de recursos económicos someten a las personas a situaciones revictimizantes.   

Según se afirma el VII Balance de la implementación de las políticas antitrata en Colombia 2022, realizado por las ONG Espacios de Mujer y SerVoz, la prevención de la trata no puede limitarse a establecer un comité, así como tampoco a crear conciencia o introducir una nueva ley, “es necesario enfocarse hacia una mayor justicia social, que erradique las causas fundamentales de la Trata y abogue por trabajos decentes, protecciones sociales, educación, redes de seguridad social. Debemos entender que el culpable no es únicamente el malvado victimario, sino la falta de servicios públicos y protecciones sociales, una atención médica asequible, servicios de cuidado de niños y ancianos, beneficios por el desempleo o la pensión por vejez”.

En el caso colombiano, cuantificar el número real de víctimas de trata de personas es imposible. Según advierte por séptimo año consecutivo este balance, los datos que arrojan los sistemas de información relacionados con la Trata o la Explotación Sexual Comercial de Niñas, Niños y Adolescentes (ESCNNA) no coinciden, están fragmentados, no son de fácil acceso a su consulta y nunca están actualizados.

Ya en el 2006, la OIM había denunciado que el problema radicaba en que unas instituciones estaban enfocadas en establecer el perfil del tratante, otras el de la víctima y su situación para ofrecer protección y/o asistencia, mientras otras incluían ambos enfoques. Por ejemplo, siguen presentándose inconsistencias entre el número de las denuncias reportadas por la Fiscalía y el número de víctimas reportado por el Ministerio del Interior. El problema surge a la hora de cruzar los datos. Como consecuencia, el delito va quedando en la penumbra, invisibilizado, naturalizado.

Aunque combatir la trata en Colombia marche a un ritmo lento y desordenado, en el 2021 el país se mantuvo en el nivel 1 en el Tip Report, lo que implica que el país está mínimamente comprometido con erradicar el delito.

Sin embargo, al leer detalladamente dicho informe se encuentra un entramado de denuncias: que son pocas las condenas por este delito, que la Fiscalía “informó que no lleva un registro de las sentencias dictadas por delitos de trata”; que la legislación colombiana no tiene tipificado el uso y reclutamiento de menores de edad como un delito de trata de personas; que en la información enviada por el gobierno nacional para la consolidación del reporte, “los funcionarios no indicaron qué ley se utilizó para el enjuiciamiento o la condena de los delitos de trata cometidos por grupos armados ilegales”; que “las autoridades no proporcionaron información sobre las sentencias impuestas a los traficantes, lo que pone en duda que los castigos prescritos fueran lo suficientemente severos para disuadir del delito”. También, advierte que el aumento de la trata y la ESCNNA en Colombia tiene que ver con que el gobierno no adelanta “ningún esfuerzo por reducir la demanda de sexo comercial”.

El reporte reconoce algunos avances, por ejemplo, la articulación del Estado colombiano con organismos internacionales, así como el rol de la Defensoría del Pueblo a la hora de capacitar a funcionarios de inmigración, policías, militares y miembros de la Fiscalía, específicamente sobre la identificación proactiva de víctimas, la ley, la comprensión de las tácticas de reclutamiento de traficantes y la investigación y enjuiciamiento de los delitos de trata.

Como parte de dicha articulación interinstitucional, la Defensoría del Pueblo firmó también una alianza con la ONG Abogados sin Fronteras Canadá (ASFC) para fortalecer las capacidades del Estado colombiano y de la sociedad civil en la lucha contra la trata de personas a través del proyecto “No más Trata”, el cual apoyó la cualificación de defensores/as públicos, las duplas de género, los representantes judiciales de víctimas y las Organizaciones de la Sociedad Civil OSC. 

Al finalizar, el Tip Report ofrece algunas recomendaciones específicas para cada país. En el caso colombiano hace énfasis en la necesidad de investigar, enjuiciar y condenar “enérgicamente” los casos de trata, mejorar los sistemas de información, aumentar los esfuerzos para la identificación de los relacionados con trabajo forzoso y enmendar las políticas para financiar directamente a los actores de la sociedad civil para que brinden atención en refugios a las víctimas.

El compromiso del gobierno colombiano a la hora de financiar las organizaciones que trabajan la trata de personas ha sido escaso. En cambio, los organismos y las ONG internacionales han sido los principales financiadores en esta lucha, entre ellas se destaca: U.S. Agency for International Development (USAID), OIMUNODCMensen Met een Missie, la Global Alliance Against Traffic in Women (GAATW), entre otros.

En el último año, ASFC financió el apoyo a proyectos desarrollados por varias OSC colombianas, en especial propuestas relacionadas con la trata y la protección de los derechos de mujeres, niñas y población LGBTIQ+ víctimas de Violencia Basada en Género VBG. Gracias a ese apoyo económico, Espacios de Mujer realizó un nuevo ciclo de Metamorfosis y propuso nuevas estrategias de prevención a partir de la documentación de historias de vida de sobrevivientes de trata.

Además, por medio del proyecto, se digitalizó y describió el archivo de prensa de la Corporación, que reúne unas 400 noticias sobre trata de personas, tráfico de migrantes, ESCNNA, prostitución y VBG, material clave para la investigación y el monitoreo de medios colombianos. 

El delito migra, aumenta y se reinventa a una velocidad exagerada, mientras la reacción y las respuestas por parte de la mayoría de los estamentos siguen siendo paquidérmicas y muchas veces revictimizantes.

Mientras los gobiernos intentan avanzar en el enfoque jurídico, investigando y judicializando el delito, las OSC, muchos de los organismos internacionales y la sociedad civil claman que los enfoques estén basados en las víctimas, pero desde un análisis que priorice los derechos humanos, el género, la interseccionalidad, el territorio, así como la protección, la asistencia y la prevención.

Tal como lo sugiere la Organización de las Naciones Unidas-ONU, hay que considerar el rol de las voces de las personas sobrevivientes para lograr “la sensibilización de las comunidades, la prevención de la reincidencia, el desarrollo de planes de rehabilitación y la reducción de la extendida impunidad”.

¿Por qué me pasó a mí?

Muchas de las sobrevivientes de trata pasan años atormentadas por la misma pregunta: ¿por qué me pasó lo que me pasó? ¿Por qué preciso a mí? Difícilmente dejan de sentir una culpa inmensa, en especial, por haberse dejado engañar.

Para Victoria lo que le pasó cuando fue obligada a prostituirse fue su culpa por “haberse dejado manejar por su necesidad, porque uno va detrás de un paraíso que le pintan, usted va pensando que su vida va a cambiar, va a estar mejor para usted y su familia, que no va a tener necesidad, entonces la gente abusa de eso porque ellos ven la necesidad en el otro y uno con necesidad no piensa, actúa, por eso se aprovechan”.

Al conocer las historias de las otras sobrevivientes, las respuestas fueron llegando: la trata no tiene filtros, su fin es la explotación de cualquier persona, sin importar edad, género, estrato social, color de piel… La explotación, bien sea sexual o de cualquier otro fin (trabajo forzado, matrimonio servil, servidumbre humana, otras formas de esclavitud) puede darse en el mismo país o la persona puede ser llevada a un país extranjero, por eso se habla de trata interna y externa.

La trata de personas es un delito que se pelea el primer puesto en el mundo con el tráfico de drogas y el de armas. Aunque los medios utilizados por el tratante en la captación, el traslado, la acogida o el recibimiento, pueden ir de la mano de la amenaza, el uso de la fuerza, la coacción, el rapto, el fraude, el engaño y el abuso de poder; se sabe que suelen ser personas amables, carismáticas y sonrientes.

Con estas cualidades logran ganarse la confianza de la víctima y la de su familia, tener la solución a cualquiera de sus problemas, económicos, emocionales, familiares y ofrecer la posibilidad de cambiar de estilo de vida, recibir buenos salarios y conocer destinos paradisíacos. 

Las que caen en la trampa luego son trasladadas a otras ciudades o países, desarraigadas de sus lugares de origen y obligadas a realizar actividades en contra de su voluntad, son amenazadas y violentadas física y psicológicamente para que no escapen, así como obligadas a pagar cuantiosas deudas y multas que muchas veces nunca terminan.

Las propuestas son tentadoras y difíciles de rechazar e incluyen los trámites y los gastos del viaje, como pasaporte, visa, tiquetes y hospedaje en el lugar de destino. La falsa oferta implica ganar dinero de forma rápida y fácil, sin necesidad de títulos académicos ni experiencia laboral, en oficios relacionados con el cuidado o acompañamiento de personas, las ventas, el baile y los espectáculos, el modelaje, la docencia, los servicios domésticos…

Las otras finalidades de la trata de personas

Lentamente, los gobiernos han empezado a visibilizar los otros fines de explotación: los trabajos o servicios forzados (servicio doméstico, trabajo en construcción, minas, textiles, agricultura, ventas informales, hoteles, servicios turísticos), la extracción y comercialización de órganos y la esclavitud o las prácticas análogas a ella (mendicidad ajena, servidumbre de la gleba, servidumbre por deudas, explotación en actividades delictivas, reclutamiento ).

Pocas sentencias en Colombia responden a fines diferentes a la prostitución forzada de mujeres. Dentro de las 40 que alberga , un portal de UNODC, solo una se refiere a la venta de un recién nacido en Funza (Cundinamarca), en el 2013, en el que fueron condenados un médico y una enfermera por hacer creer a una mujer estéril que estaba realizando un proceso de adopción legal cuando realmente estaban vendiendo un bebé por siete millones de pesos  (poco más de US $3.000 en esa época).

Otro caso reporta la explotación de tres niñas y una mujer de 20 años, indígenas, ecuatorianas, quienes denunciaron haber sido engañadas. Luego de haber escuchado en una emisora radial una oferta de trabajo que incluía comida, vestido y pago en dólares, viajaron a Colombia y en la ciudad de Bucaramanga “fueron forzadas a trabajar como esclavas de lunes a sábado de 7 a.m. a 7 p.m., los domingos de 7 a.m. a 2 p.m. y el resto del día habían sido obligadas a realizar tareas domésticas sin descanso, recibiendo malos tratos verbales, sin la paga ofrecida y negándoseles la manutención o el consumo de alimentos”. Ante la falta de pruebas, las tres personas implicadas en la explotación con el fin de  servidumbre humana fueron dejadas libres.

Un caso muy sonado sucedió en el 2007 y tuvo que ver con la explotación de personas sordas. La Fundación Facori reclutaba personas con discapacidad auditiva, les prometía una rehabilitación y un trabajo estable, pero, realmente, las obligaba a pedir limosna por toda Colombia. El hacedor de esta “empresa” fue Ricardo Forero Cañas, quien captaba hombres y mujeres de bajos recursos, preferiblemente analfabetas, les retenía sus documentos, los alejaba de sus familias, los reunía en grupos de hasta 30 personas, incluyendo menores de edad, y los sometía a una especie de carrusel de mendicidad forzosa por Medellín, Riohacha, Pasto, Manizales, Armenia, Cali y el Eje Cafetero, con promesas que nunca cumplía.

Para ese momento, Forero tenía 50 años y aseguran quienes han seguido el caso que llevaba más de 30 años captando y explotando laboralmente a la comunidad de personas sordas. La primera vez fue capturado por la Fiscalía en un hotel en Medellín en donde encontraron con él a 23 personas sordas, “en estado de indigencia”, entre ellas “una joven de 22 años con su hija de dos meses. Ambas presentaban signos de desnutrición”, según dieron cuenta varios medios de comunicación.

Para Jhon Gutiérrez Vásquez, investigador del CTI y quien sirvió de intérprete de las víctimas, la denuncia no avanzó en Medellín, tal vez por falta del enfoque necesario para acompañar a personas sordas en un proceso jurídico como este. Además, la forma como fueron recibidas las denuncias de las personas sordas y las pruebas recolectadas por los investigadores fueron consideradas por el juez como insuficientes. Asegura Gutiérrez que faltó conocimiento y comprensión a la hora de relacionar la mendicidad forzada con la trata de personas y, lo más complicado de todo, el que las víctimas no se auto identificaran en situación de explotación por su tratante. Para él, hace falta un enfoque diferencial a la hora de identificar y atender a esas otras víctimas de la .  

Pero, el 14 de noviembre de 2007, cuando Forero se encontraba en el Hotel Rivera, en Magangué, la madre de una nueva víctima lo denunció. Esta vez fue hallado con cuatro personas con discapacidad a quienes tenía como mendigos en varios distritos y municipios de la costa Caribe colombiana. Específicamente, el tratante le había prometido a su víctima que el dinero recaudado sería utilizado en tratamientos médicos, audífonos y ropa, sin embargo a esa fecha no le había entregado dinero ni le había ayudado en nada. 

Ricardo Forero Cañas fue condenado el 30 de mayo de 2008 a 13 años de prisión por el delito de trata de personas. Además de ser la pena menor, quedó exento de pagar una multa que, como lo dicta la Ley 985 de 2005, podría oscilar entre ochocientos (800) y mil quinientos (1.500) salarios mínimos legales mensuales vigentes, además las víctimas no tuvieron posibilidades de recibir una reparación.

Luego de pagar su condena, Forero Cañas se reinventó y creó en el 2015 “Carifomes”, una distribuidora de productos de aseo marca FOCARI (el mismo nombre de la fundación que tenía cuando fue detenido en Medellín en el 2006 y que responde a sus apellidos y a su nombre: Forero Cañas Ricardo).